Seguro que en un día como el de hoy en el que hemos vuelto a
dejar en el colegio a nuestros hijos, observando sus caras al entrar, o
escuchando sus voces nerviosas al salir queriéndonos contar todas las novedades
del nuevo curso, hemos rememorado aquellos días de nuestra infancia escolar.
Yo he recordado el primer día de colegio cuando empezaba la
EGB en el año 1976. Aquel enorme patio y lo que me pareció una enorme cantidad
de niños en dos docenas de filas esperando a seguir a su maestro o maestra
hasta las clases. Ese día aprendí a que no se entraba a clase diciendo adiós a
mama sin más después de escuchar una sirena. Había que esperar a que sonara el
himno nacional y se izara la bandera roja y gualda (que yo no sabía que era un
color, para mi la bandera era roja y amarilla). Después en clase, antes de
sentarnos había que rezar un padrenuetro y una salve. Por lo menos, yo me
salvé, por el cara al sol.
Hoy tanto mis hijos como yo estábamos expectantes por saber
quienes iban a ser sus educadores durante este curso. A mi me ha servido para
acordarme de algunos maestros o profesores que me marcaron durante mi época escolar
y que seguro que fueros los artífices de ser como ahora soy. Me he acordado de
doña Elena, la maestra que con alguna bofetada que otra me enseño lo básico
durante la primera parte (5 cursos) de la Educación General Básica. De los
siguientes tres años recuerdo la perfección y el orden en todo de mi tutor, don
Nicolás Petidier. El hizo que creciera en mí el interés por la matemáticas y
pensara más en ciencia que en letras. Aún, algunas veces me lo encuentro por
Córdoba. He recordado la repentina muerte
de don Francisco, un enorme maestro bonachón y cariñoso que nos enseñaba
historia a su manera. Era la primera muerte que vivía de cerca “en directo”.
Recuerdo que se instaló una capilla ardiente en el salón de actos del colegio.
También me he acordado de algún profesor de mi etapa de BUP.
De esa época he recordado tanto a grandes profesores, así como a otros de los
que no quiero ni acordarme. De éstos últimos, no quiero decir nada. De los
primeros, siempre recordaré a un profesor de matemáticas del que tuve la suerte
de disfrutar durante 3 años. Don Ángel Ibáñez no sólo nos enseñaba matemáticas,
nos enseñó mucho más. Para mi ha sido el mejor mi mejor profesor. Siempre nos
daba lecciones sobre la vida que nos había tocado vivir en unas clases
participativas en las que nos trataba como iguales. Recuerdo que en casi todas
las clases hablábamos durante unos minutos sobre lo que acontecía en la
actualidad y no pedía que sacáramos nuestras propias conclusiones. También he
coincidido hace poco años con él y tuve la oportunidad de siendo adulto de
compartir un medio y un rato de charla.
En general, hoy a mi y seguro que a muchos de
vosotros, nos ha servido para recordar a esos maestros que han marcado nuestras
vidas y ha pensar cómo y qué seríamos ahora si ellos no hubieran pasado por
nuestras vidas. Seguro que si pudiéramos, hoy si pudiéramos encontrarnos con
doña Elena, don Nicolás, don Francisco o con don Ángel seguro que le dábamos
las gracias
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