Desde hace ya algunos años tenemos el deseo, incluso la
necesidad de encontrar la más mínima ocasión para participar en una celebración
colectiva. Un momento en el que todos estamos felices por cualquier cosa y nos
vamos a la calle para celebrarlo con nuestros vecinos en un ritual repetitivo.
Nada mejor que el deporte para encontrar esos motivos de
celebración colectiva. Hemos visto a millones de personas celebrando la
consecución de un campeonato del mundo de futbol o a unas decenas de vecinos
por el ascenso del equipo local a una división superior, aunque fuera a la
quinta o a la sexta categoría regional del deporte en cuestión. Y hemos salido a las plazas (con fuente,
claro está) para celebrar el titulo de campeón de lo que sea del equipo del que
somos aficionados, aunque pertenezca a otra ciudad que dista de la nuestra cientos de kilómetros. El deporte consigue últimamente
que todos celebremos loas éxitos de nuestros representantes por insignificantes
que sean.
Después llegó eso de que nuestros representantes deportistas
campeones fueran recibidos por nuestros representantes políticos en
agradecimiento a que nos dieran esa oportunidad de tener un momento de
celebración colectiva. Así, los deportistas paseaban sus logros por las sedes
políticas locales, autonómicas y nacionales donde los políticos de turno y de
cualquier signo político aprovechaban la imagen de ganador del deportista para
lavar la suya propia. Incluso diría que se apoderaban de su prolongado esfuerzo
para mostrarse antes sus posibles votantes como los conseguidores de esos
logros deportivos. Aunque, no hayan ayudado o apoyado en ningún momento a esos
deportistas.
Desde no hace mucho se ha puesto de moda los reconocimientos
a esos deportistas exitosos. Ya no nos
basta con la celebración de sus logros y los recibimientos oficiales, ahora se
les entrega premios, medallas, trofeos, o lo que sea independientemente a los
conseguidos en la competición.
Un ejemplo es el premio Príncipe de Asturias a dos jugadores de la selección nacional de
futbol. Seguro que se lo merecen por todo lo conseguido, pero lo consiguieron
en equipo y así se lo concedieron hace dos años a toda la selección de futbol.
Ahora ya se han pasado al volver al concederle el premio a sólo dos de sus
integrantes, y ya no por lo conseguido deportivamente, sino por saber unir e
integrar en un misma selección a jugadores de dos equipos reconocidos como
adversarios. Si acaso, le merecerían el premio a la concordia, pero otro por deportistas,
ya es pasarse.
A nivel local ocurre más o menos lo mismo. Hemos tenido una
deportista olímpica a la que todos, yo el primero, admiramos por haber llegado
a competir a nivel internacional e incluso en unos juegos olímpicos. Seguro que
se merece nuestro reconocimiento y más que nada nuestro agradecimiento por
lucir el nombre de nuestra localidad con orgullo allá por donde va a competir.
Todos hemos estado atentos a su participación en los juegos y le deseábamos el
mayor de los logros, pero hasta ahora pocos sabían de su existencia. Si acaso
los más allegados o los más unidos al deporte.
Como digo, Lourdes Mohedano, es digna de admiración por su
logro y su esfuerzo durante años y de agradecimientos por parte de todos. Y la
felicitamos y le damos la enhorabuena por lo conseguido hasta el momento. Pero,
también nos hemos pasado. Ha terminado su participación y desde el consistorio
se le ha hecho entrega de la medalla de oro de la ciudad y se le reconoce como
hija predilecta. En mi opinión, excesivo. No veo mal que se le haga un
reconociento a nivel deportivo en la
gala del deporte, se le reciba en el ayuntamiento en signo de agradeciemiento,
incluso se le entregue la medalla de oro de la ciudad si hubiese conseguido el
primer puesto de la competición olímpica…, pero lo de hija predilecta ya es
pasarse. Recordemos que ha participado en unos juegos y que ha conseguido un
diploma olímpico al quedar cuarto el equipo en que se integraba. Digno de
admiración, si pero…, ¿qué tendremos que hacer si esta joven sigue
progresando con su equipo y consigue un
campeonato mundial o una medalla de oro en otros juegos a nivel individual? ¿Le
entregamos el pueblo? ¿Y si mañana tenemos entre nuestros vecinos un reconocido
científico o literato nivel mundial? Creo que este tipo de exceso precisamente desprestigia
estos reconocimientos y la ciudad termina dando mala imagen.
Las ganas que tenemos de celebrar algo, de tener campeones
entre los nuestros y las de nuestros políticos de hacerse la foto junto con
quienes son reconocidos socialmente nos llevan a estos excesos. Seguro que
todos estos deportistas agradecen inmensamente más la admiración y el ánimo de
cualquier hijo de vecino, que este tipo de hipócritas reconocimientos oficiales.
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