23 junio 2008

PASITOS "PA TRAS"

La realidad, aunque se quiera enmascarar, tiene mala forma de ocultarla. La realidad es que nos encontramos en crisis, aunque podemos llamarle recesión o. como he escuchado últimamente, deterioro económico. La realidad dice que esta recesión ocurre en España, el deterioro económico en toda Europa y la crisis en todo el mundo. Por lo menos en todo el mundo moderno y desarrollado.

Sin embargo parece que esta crisis, este deterioro o recesión no es solo económica, sino que también lo es social. Posiblemente ésta sea consecuencia de la primera. Sea por lo que sea, que estamos en crisis social es otra realidad tan innegable como la económica. Me atrevo a decir que hasta más preocupante. La crisis económica pasará tarde o temprano, la crisis social en la que nos están metiendo tengo la impresión que se queda instalada entre nosotros irremediablemente y por mucho más tiempo, sino de forma perenne.

La llegada del deterioro económico a Europa ha puesto a trabajar a los eurodiputados y a sus “euroayudantes”. Se han puesto manos a la obra para paliar sus consecuencias. Y a éstos les ha llegado el miedo y así lo plasman en sus políticas.

Así la Unión Europea ha aprobado una directiva que endurece la política de inmigración que prevé, entre otras medidas, el internamiento de los inmigrantes ilegales por un máximo de seis meses antes de su expulsión, período que puede extenderse por otros doce en algunos casos. Según dicen, el objetivo de la nueva norma es” armonizar los procedimientos que siguen los Estados miembros en la repatriación de inmigrantes irregulares, ya que en la actualidad cada país puede hacer lo que quiera y aplicar los plazos que considere oportunos”.

La realidad es que la medida es vergonzosa. Que por una causa o por otra se pierdan derechos y que una persona, por inmigrante que sea, se encuentre en el limbo legal como si en un “guantánamo” cualquiera, es cuando menos una involución de los derechos sociales y la creación legal de ciudadanos de segunda división. Tampoco se pueden escudar en que cada país pueda aplicar los plazos que acuerden. Si no lo hacemos nosotros tampoco podemos permitir y darle cobertura legal para que lo hagan otros.

Por otro lado, o por el mismo, también en Bruselas la comisión europea aprueba una directiva para aumentar la jornada laboral a 65 horas. Muchos piensan que es una evolución, la mayoría pensamos que es un retroceso en los difíciles locros sociales.

Naturalmente ambas barbaridades cuentas con el apoyo, el respaldo y la iniciativa de populares, liberales y derechistas nacionalistas, que así se llaman ahora. Lo peor es que si bien los que se dicen de izquierdas, intentan o dicen oponerse. La realidad es que no lo hacen, salvo honrosas excepciones.

La realidad es que unos y otros presumen de democracia y libertad y seguimos dando pasitos “pa trás”.

3 comentarios:

Revertiano dijo...

Los de izquierdas, como tú dices, no se oponen a pesar de lo que dicen, por la sencilla razón de que sería suicida oponerse. Esta es una muestra más de lo que, a mi entender, caracteriza a la izquierda: la demagogia constante, el proponer cosas imposibles pero que tienen una bonita música a los oídos de la gente, y luego hacer la contraria o lo que dicte el momento.
Las medidas que citas (aunque lo citas mal de forma incompleta) van dirigidas a la inmigración ilegal, que crea más perjuicios que beneficios tanto a los países de acogida como a ellos mismos, porque de nada sirve engrosar los trabajos en precario, el callejeo, el vagabunedeo y, más tarde, la delincuencia.
Muchas veces se recuerda que España fue un país de inmigrantes y que fuimos acogidos. Claro, esto se recuerda mal o de forma incompleta (la demagogia sensiblera de izquierdas, ya se sabe) e interesada. Porque los emigrantes españoles iban con contrato de trabajo a Europa y una necesaria formación; en nuestro pueblo sabemos mucho de eso y se los rifaban en Bélgica y Alemania por su formación. Los que iban a la vendimia, aunque los explotaran (¿a qué trabajador no lo explotan?) tenían sus contratos y sus coberturas sanitarias para ellos y los familiares que los acampañaban. Únicamente se iban a la aventura los que emigraban a América, pero en la mayoría de los casos los esperaba algún pariente o las oportunidades eran tantas que enseguida prosperaban.
El caso actual no es el mismo. Aquí viene cualquiera en patera (lo cual es lamentable y hay que ayudarles, por supuesto) o debajo de un camión, sin oficio ni beneficio en la mayoría de los casos, expuestos a la explotación empresarial y a la miseria excepto una minoría. Esto no puede continuar así porque Europa ya viene cubriendo desde las descolonizaciones de los años sesenta su cuota de acogida a todo el mundo. Esto ha provocado guetos en las ciudades, barrios de delincuencia, y ya de la integración ni hablemos.
Las cosas se pueden hacer de dos maneras: bien o mal. Ya es hora de que se empiece a planificar, a ayudar pero con sentido, a acoger pero con responsabilidad. Será en beneficio de todos.
Y dejémonos de demagogias baratas. Ante la demagogia mentirosa, parcial, de medias verdades de la izquierda opongamos la claridad y el sentido común de nuestro sistema, basado en el liberalismo en todo el mundo occidental, aunque le pese a algunos.

Manuel dijo...

No entiendo esta medida de reclusión. A ver, ¿contemplan los "textos legales" que la inmigración es un delito y como tal ha de castigarse con reclusión en "centros de acogida" durante al menos 18 meses?. ¿Tiene el agravante de crear antecedentes penales este hecho?. ¿Si se insiste en la intención de volver de nuevo al "pais de acogida", se comete otro delito de reincidencia?.
En mi corto entendimiento al respecto, creo que sería más efectivo la devolución inmediata a sus paises de origen, antes de que los "centros de acogida" se conviertan en refugio y oasis para apaciguar la angustia de estas personas. En las condiciones que vemos que están, por el simple hecho de poder comer diariamente y tener un mínimo de atención sanitaria durante dieciocho meses, yo sería el primero en saltar la verja de pinchos o atravesarme el estrecho las veces que hiciera falta.
Y con igual e incluso menor presupuesto que lo que supone mantener esos mal llamados "centros de acogida", se podría pensar en formar (como dice Alberto) a estas personas para que, en el peor de los casos, al volver a sus paises se vaya creando poco a poco un tejido humano capaz de generar riqueza y, por ende, capacidad para que se les considere personas en todos los aspectos... y deshacer todas las connotaciones que ahora mismo las fronteras imponen.
Más ayuda y menos látigo al necesitado y mucho látigo y castigo al aprovechado.

Anónimo dijo...

Así sí.