YA en el año 1917 el Barón Pierre de Coubertin en su manuscrito titulado “¿Qué es el olimpismo?” advertía sobre el peligro que la política ejercía sobre el movimiento olímpico. Entonces Coubertin avisaba del peligro “de tener a la cabeza de una sociedad o de una unión de sociedades, a personalidades políticas que pretendan utilizar esta situación por el interés de su partido o en sus propios intereses electores.” Aún así se olvidó el barón de los intereses económicos. También se olvidó de señalar no sólo a los políticos, sino también a los propios miembros de Comité Olímpico Internacional, que se comportan igual o peor que los propios políticos. Tal vez se hayan convertido en eso, en meros políticos.
No imaginaba Pierre de Coubertin lo que llegaría a hacer el COI con su olimpismo. Y es que hace siete años vendió los valores de los Juegos Olímpicos, como otras veces anteriormente, por un simple interés económico, con la excusa de llevar el movimiento olímpico al mayor número de lugares posibles. No se daban cuenta, o no se querían dar cuenta, del enorme daño que se le hacía al Olimpismo al conceder unos Juegos a una candidatura que no cumple ni con los más mínimos derechos humanos, ni mucho menos con los principios fundamentales de la Carta Olímpica.
Claro está que la concesión a Pekín de estos Juegos Olímpicos no es una cosa que haya ocurrido hace dos días, sino hace ya siete años. No es más cierto que hace muchos más que en China no se respetan los derechos humanos. Pero es ahora, cuando se acerca la celebración de los Juegos Olímpicos, cuando se protesta, y de qué manera, contra todo ello y se utilizan los Juegos Olímpicos, el Olimpismo y hasta sus más reconocidos símbolos.
Causa dolor para quienes creemos en el deporte como una filosofía de vida, y en el Olimpismo como en un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales universales, que se atente contra el mayor símbolo de los deportistas para protestar por lo que hacen e hicieron políticos y miembros del COI.
Me da pena como se quiere apagar el símbolo de la paz, del deporte bien entendido. Como los que protestan por lo que es un claro error de sus dirigentes se quieren apoderar de la Llama Olímpica como antes lo han hecho a quienes critican.
La llegada de la Llama Olímpica debiera ser un motivo de alegría, de paz, de unión... Sin embargo, al contrario de como debía ser, se pretende apagar el fuego que tantas veces a unido. La protesta, con la que me alegro, está equivocada en las formas. En vez de apagar el símbolo, casi sagrado para muchos, sería más conveniente encender muchas más llamas. Estás que estén alejadas de intereses.
La Llama Olímpica representa mucho para quienes amamos el deporte. Y como símbolo de muchos debe ser respetada y las protestas elevarlas a quienes son los responsables de esta situación. Los de siempre.
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