10 septiembre 2008

JUSTICIA CON LOS MUERTOS

Llegué a pensar que con la aprobación de la Ley de Memoria Histórica llegaría ese momento justo en el que con el tiempo (esperaba que poco) se acabara con el dolor. Me refiero al dolor que aún queda en muchos por lo ocurrido durante, y lo que es peor, después de la guerra civil española. Pero este país es diferente.

Diferente porque ni una ley es capaz de hacer que se haga lo necesario para que cientos de familiares de represaliados cumplan con el más que respetable deseo de saber donde y como fueron enterrados sus antepasados y conseguir darle una sepultura digna. Diferente es también porque aún con el paso del tiempo algunos se sienten amenazados por quienes solo quieren enterrar a sus muertos. Son éstos los que se empeñan en seguir viendo a los españoles divididos en dos bandos.

No puedo entender como alguien puede estar en contra de que hijos y nietos quieran dignificar la muerte violenta de sus familiares. En esto, las personas de bien debemos estar todos de acuerdo. Sobre todo cuando, más o menos cercanos, todos tenemos quienes en el entorno de nuestra familia sufrió la guerra y las tropelías cometidas por ambos bandos.

Parece que el perdón ha podido llegar a los españoles de uno y otro bando, y creo que hace años ya. Sin embargo, ni se han cerrado todas las heridas, ni mucho menos se ha olvidado después de setenta años. Prueba de ello es que en la actualidad convivimos las familias de verdugos y represaliados y sin embargo, los de estos últimos siguen pidiendo justicia. Lo realmente importante de todo ello es que la justicia que piden la gran mayoría de los familiares de los asesinados no es contra nadie, sino en favor de los que quedaron en cunetas y a los pies de muros de cementerios. Todos, y en especial nuestras autoridades, debieran hacer lo necesario para que “esta justicia” se cumpla.

Vuelvo a decir que no entiendo como se puede criticar a quienes lo que quieren es cerrar heridas, no reabrirlas, ya que nunca fueron cerradas en su totalidad. Llegó el perdón en su momento y no es el momento ni de criticarlo, ni de ponerlo en entredicho. Es el momento de enterrar con dignidad nuestra historia, de aprender de lo sucedido y de olvidarse de la existencia de bandos y de vencedores y vencidos. La realidad es que los vencedores en un principio son los perdedores morales en la historia y ya hace tiempo que ese periodo debió quedar cerrado para siempre. Espero que entre todos se haga lo necesario para que de una vez por todas ahora haya llegado ese momento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué bonito!