Hace unas noches, en uno de esos días que me entretengo con uno y con otro, llegué a casa más tarde de lo normal, y más de lo debido, me acerqué a darle un beso a mi hija. Estaba dormida. De todas formas yo le di su beso como todas las noches antes de acostarme. Creo que no se daba cuenta, aunque siempre he pensado que si que lo siente. Esa vez fue algo especial. Cuando ya me retiraba me echó los brazos al cuello si dejar que me fuera y aún dormida me dio un beso y murmuró “papá, te quiero”. Yo me sentí a la vez el más feliz hombre de la tierra y el peor padre del mundo por haber dejado que mi hija se acostara sola mientras yo “ronroneaba”.
Esa noche, tan sólo hace unos días, supe que Estefanía era mi hija para siempre. Esta vez no podía ser de otra forma. Esa noche fue de esos días en que piensas que todo tiene que salir bien, de verdad. Estefanía tenía que ser mi hija en los papeles, como lo es desde hace dos años y medio en mi corazón.
Esa noche desaparecieron casi todos los miedos que se han ido acumulando en nos años y medio interminables. Esa noche fue el preludio de este día, el de hoy. Hoy, a través de una llamada, me han informado que mi hija ya es “mi hija”. Lo dice una sentencia, que no ha firmado doña Blanca, sino otra juez. Una sentencia que aunque no es firme, es casi definitiva. Una sentencia que aún no he visto y que hasta que no vea y relea no me lo creeré. Han sido tantos sustos que…
En definitiva, Estefanía dentro de pocos días, será Calzado. No importa el apellido que tenga, yo la quiero igual que ayer, pero ahora se que no me la arrebatan. Eso es lo único que le pedía al destino. Seré egoísta, pero no podía ser que me tocará perder dos veces, y ella tampoco se lo merecía.
Después de la emoción de los primeros momentos, de la alegría lógica un pensamiento me ha recorrido la cabeza durante toda la tarde. Es una pregunta ¿Porqué la justicia le ha dado a Estefanía la oportunidad que no le concedió a Alejandro y Álvaro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario