20 octubre 2011

MAS LIBERTAD


ETA  ha vuelto hoy a hacer que pare el coche y me quedara dentro emocionado y pensando. Volvía a casa cuando escuche en la radio, como aquella vez, que había sido ETA.  Ahora era una buena noticia: ETA dejaba las armas. En aquella ocasión, hace más de quince años, habían utilizado esas armas para quitar una vida y muchas más que pudieron quitar si las cosas hubieran salido como las habían planteado, entre ellas la mía.
Hoy cuando he escuchado la esperanzadora noticia, he recordado muchos momentos de mi vida en la que he quedado conmocionado por las acciones terroristas que nunca podré olvidar. Me han venido a la cabeza imágenes de televisión en las que la destrucción y la muerte eran protagonistas. He recordado los momentos del secuestro y asesinato de Miguel Angel Blanco cuando muchos decidimos salir a la calle y gritar basta ya. He recordado el espíritu de Ermua que creo que fue el inicio de este final. Y me he vuelto a acordar de tres hijos que perdieron a sus padres por un atentado cobarde. Desde el primer momento y siempre he pensado en la soledad de los hijos de Alberto Jimenez-Becerril y su esposa. También me he acordado de amigos familiares de guardias civiles que han tenido muy cerca la muerta y la han sufrido en sus propios amigos y familiares. También me ha venido a la cabeza alguna persona conocida amenazada directa o indirectamente por esos canallas. He recordado hasta un momento en el colegio, allá por mediados de los ochenta, cuando en clase un profesor nos comunicó uno de los atentados y la existencia de varios muertos. Creo que fue el primer momento en que conocí el verdadero horror de un atentado, y nunca olvidaré el silencio de esa clase de adolescentes que empezábamos a vivir la realidad del terrorismo. Tampoco olvidaré las lágrimas de mi compañero de al lado, era vasco.
Hoy la emoción me ha hecho que tuviera que pararme a reflexionar como hace más de quince años tuve que hacerlo conmocionado por lo que acababa de vivir y por lo cerca de había estado. Era una mañana del mes de mayo de 1996 cuando salía de Córdoba en mi coche para venir a Peñarroya. Estaba parado en la glorita de Chinales cuando escuché un fuerte golpe e inmediatamente vi que había ocurrido algo. Era el segundo de los coches que pasamos a escasos 100 metros del lugar de la explosión. Supuse que había sido un escape de gas. Mientras iba conduciendo escuche en la radio como confirmaba que era un atentado y que a una persona le había costado la vida. No puedo describir lo que sentí, pero necesité parar el coche y quedarme en él, quieto, casi inmóvil, no se si pensando, pero emocionado por lo había pasado a escasos metros de donde yo estaba. Días después me enteré que si hubieran explotado todos los explosivos que los etarras habían colocado muy posiblemente yo hubiera sido uno de los afectados.
Desde ese día comprendí que todos estábamos en el punto de mira de los etarras. Hoy he tenido el sentimiento que de todos hemos dejado de ser objetivo de ETA. Hoy hemos ganado todos y por eso he sentido una alegría enorme. Y sin embargo, me ha quedado la idea que para conseguir esta victoria hemos tenido que perder a muchos en el camino y a los que no tenemos que olvidar. Ya no habrá más. Ya no diremos nunca eso de “que sea el último”.
A partir de ahora que ETA pase ala historia. No puede existir reconciliación, no habrá olvido, pero tampoco se puede cerrar las puertas a la convivencia con ideas diferentes que se puedan defender con la política y nunca con las armas, el miedo o la extorción.
Hoy ha muerto ETA, hoy somos más libres.