08 diciembre 2007

4 de diciembre, día de Andalucía

AQUEL cuatro de diciembre del que ahora se cumplen treinta años parece que se ha olvidado definitivamente. Durante estos días he estado atento a las secciones de opinión de diferentes periódicos y casi nada. Todos se han olvidado ya de aquel día en que los andaluces celebraban por anticipado el día de Andalucía. Artículos de opinión sobre los malos resultados de la educación española, el referéndum que ha perdido Chávez, la lucha contra el terrorismo y el espejismo de la unidad política o incluso sobre el nuevo aniversario de la Constitución. Esa constitución del artículo 151 a la que Andalucía tendría que acogerse para pedir libertad y esperanza.
Hace quince años que mi admirado Antonio Burgos titulaba uno de sus artículos con “Aquel 4 de diciembre” con el que he querido comenzar esta reflexión preguntándose si ya se había olvidado aquel día o incluso si había existido. Quince años después parece que la pregunta es idiota. Se ha olvidado completamente. Ya no se enarbolan aquellas banderas verdes y blancas. Aquel muchacho que perdió la vida con la bandera andaluza en la mano pasó al olvido. ¿Cómo se llamaba?, preguntan ya algunos, sin recordar en absoluto lo ocurrido. De José Manuel García Caparrós que fue casi el estandarte andaluz durante años no queda nada. Nada queda de aquellos lemas de “Paz y Esperanza” que encabezaban las multitudinarias manifestaciones en todas las provincias andaluzas. Todas ellas creían que con la autonomía llegaría la esperanza para los sufridos andaluces.
Si hace quince años Antonio Burgos decía que las manifestaciones seguían en las mismas avenidas de otros quince años antes exigiendo lo mismo, que nada había cambiado, ahora ya ni siquiera existen manifestaciones, ni pancartas, ni lemas, ni nada para recordar aquel 4 de diciembre y sin embargo las cosas siguen sin cambiar. Y todas esas pancartas podían se utilizadas para cualquiera de las reivindicaciones por todo lo que aún carecemos.
Ya no existen banderas y pancartas de reivindicación. Tampoco ha habido quien las renueve. Y lo peor es que se han perdido, quizás para siempre. Nadie, o casi nadie, se ha acordado de recordarnos a los que no lo vivimos qué ocurrió aquel 4 de diciembre del 77 y lo que supuso en el proceso que nos llevara al 28 de febrero de 1980. Entonces, como siempre, Andalucía tuvo que luchar por lo que a otros le cayó del cielo de la transición democrática con solo abrir la boca. Aquí, como siempre, hubo que gritarlo, votarlo y costó sudor, sangre y lágrimas.
Sólo han pasado 30 años, de aquel verdadero día de Andalucía, y si, Antonio, parece que ya ha pasado una eternidad.